sábado, 8 de marzo de 2014

Mamá, los niños me pegan

Hemos pasado una semana preocupados porque Zipi salía del cole y nos venía contando que le había pegado Fulanito o que Zutanito le había dado una patada o que entre los dos le habían dado una paliza que casi no se podía ni mover y que se habían hecho los dueños del patio y a él no le dejaban jugar a la pelota. ¡Qué mal! ¡Ay mi niño! Nos planteamos hablar con la profesora para saber si ella era consciente del problema que tenía Zipi e incluso don Pantuflo llegó a considerar la idea de hablar con los padres de Fulanito e intensificar las clases de yudo para que mi pobre niño aprendiese a defenderse lo antes posible y que el resto de los niños dejasen de tratarle tan mal. No obstante, le dije a don Pantuflo que antes de hablar con los padres de Fulanito estuviésemos pendientes del comportamiento de ambos niños en el parque.

En el parque que frecuentamos se juntan en pocos metros cuadrados cientos de niños de varios colegios diferentes y, por desgracia, se reúnen tanto padres como niños dependiendo del color del uniforme del colegio (patético, sí, que de las primeras cosas que les enseñamos a los niños es a ser clasistas). Cierto día, estaba Don Pantuflo con los niños en dicho parque y estaban los niños jugando a la pelota con un amiguito suyo cuando llegaron un grupo de niños del colegio de al lado del suyo, mayores que ellos, y les quitaron la pelota. El amigo de los niños salió llorando, Zape corriendo por si le pegaban y Zipi, mi pobre Zipi, ese al que pegaban los niños en el cole y que nos tenía tan preocupados, plantándole cara a diez o doce niños que le doblaban la edad, insultándoles y diciéndoles que se acercasen si tenían lo que tenían que tener. Después de este episodio tomamos la determinación de tomarnos con más precaución los comentarios que nos hiciese nuestro querido hijo Zipi.

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